Reaparecen los GRAPO
Domingo, 5 de junio de 2005
LOS cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado están en alerta en Asturias, desde hace cuatro meses, por la actuación de miembros de la banda terrorista, GRAPO. Los terroristas han visitado a empresarios y profesionales de nuestra región para exigirles la entrega de dinero. El modus operandi de los miembros de la banda es el que se denomina en el argot del crimen como, ’impuesto exprés’, que consiste en retener durante un periodo de tiempo breve -unas horas- al sujeto pasivo de la extorsión hasta que logre reunir la cantidad de dinero que exigen los terroristas. Entre las víctimas de esta forma de violencia se encuentran un constructor gijonés y un empresario del metal, aunque se sabe que la padecieron más ciudadanos. En medios de la lucha antiterrorista se especula con la posibilidad de que las extorsiones a los empresarios asturianos provengan de un comando formado por tres miembros de los GRAPO que tendrían fijada su residencia en comunidades limítrofes.
La extorsión económica por parte de grupos terroristas es un fenómeno muy opaco, porque no suele ser denunciado por quien lo padece. El miedo a que el agresor vuelva a entrar en contacto con la víctima para vengarse por haber sido delatado a la Policía empuja a las personas extorsionadas a guardar silencio. En ocasiones, de la extorsión económica se deriva un compromiso por parte de la víctima de pagar determinada cantidad en varios plazos, lo que hace aún más hermética la relación con los terroristas, ante el temor de que la Policía obstaculice las entregas de dinero. Por todo ello, las extorsiones de las bandas terroristas se encuentran ocultas, pese a ser esenciales para la financiación de la actividad terrorista, ya que sin una base económica no hay forma de mantener la estructura criminal.
La actuación de los GRAPO tiene su precedente más cercano en la campaña de cobro del llamado impuesto revolucionario, que realizaron en el año 1998, enviando misivas a varios empresarios de la región ; en esta ocasión no parece que haya una actividad planificada para proveerse de recursos económicos sino que puede ser la decisión adoptada por individuos que quedaron aislados de la banda por la dinámica de las detenciones policiales.
Los GRAPO han tenido una actividad terrorista destacada en Asturias en los años ochenta del siglo pasado. En nuestra región colocaron bombas en dependencias públicas, tuvieron almacenados explosivos en pisos, y asesinaron a miembros de las fuerzas de orden público. En 1989, realizaron la acción más salvaje al acribillar a balazos a dos guardias civiles que realizaban un servicio de vigilancia en la delegación de Hacienda de Gijón. El origen gallego de alguno de los cabecillas históricos de la banda hizo que tanto la vecina comunidad autónoma como nuestra región fuesen un territorio escogido, frecuentemente, para sus planes terroristas.
Los GRAPO han sido varias veces desarticulados por la actuación de la Policía, pero no han sido extinguidos definitivamente. La historia de esta banda es muy confusa, desde el origen, al aparecer como continuadores de la práctica terrorista que había adoptado el FRAP en el último año de la dictadura. Desde el principio de su actividad carecieron de complicidades sociales y de objetivos ideológicos o metas políticas que sirvieran de coartada para justificar el recurso de las armas, más allá de genéricas proclamas revolucionarias. La sorprendente eficacia de algunas complejas acciones que ensayaron durante la transición, como el secuestro de altas personalidades del Estado, no ha hecho más que aumentar las especulaciones sobre la naturaleza de este grupo. El secuestro y posterior desaparición del empresario, Publio Cordón, sucedido en la pasada década, ha añadido más interrogantes sobre la banda. Puestos a buscar una pauta de conducta a los GRAPO esta sería la de reaparecer cuando la vida pública española atraviesa alguna coyuntura tensa o especialmente compleja.
La actividad residual de los GRAPO y la falta de apoyos sociales no debe llevarnos al equívoco de creer que son incapaces de realizar atentados. Una mínima estructura, la complicidad de una o dos personas con residencia estable en cualquier ciudad, puede ser una base suficiente para provocar nuevas desgracias humanas. Por ello es importante la sensibilidad del Gobierno, de los jueces y de la Policía para estar atentos ante cualquier indicio de repunte de la actividad de los GRAPO. La colaboración ciudadana con los poderes públicos es igualmente necesaria.
Es probable que en el estado de marginalidad en que se desenvuelven los GRAPO, tomen la forma de atentados de la banda actuaciones que, ciertamente causando terror, se ejecuten por antiguos activistas como modus vivendi. Puede ser que al estar desubicados en una sociedad en la que sólo saben cometer actos violentos, recurran a la extorsión como forma de sustento, amparados en el miedo que causa cualquier violencia realizada en nombre de una banda terrorista. Y para ello recurren a técnicas delictivas, como el ’impuesto exprés’, que utilizan recientemente en la Costa del Sol grupos mafiosos procedentes de países de Este, y que tanto recuerdan a las prácticas sufridas por empresarios asturianos en México. De cualquier forma, en el campo del terrorismo no hay enemigo pequeño ni cabe relativizar ningún signo de violencia. Por eso es importante la determinación mostrada por el presidente Areces, al decir que « llegaremos, sin duda, a resultados » en la investigación abierta sobre la actividad del GRAPO en Asturias.